10.4.13

No es comida rápida



Vivimos en una época frenética. El corazón de la gran ciudad, al borde del ataque cardíaco, late con suma celeridad, mientras sus habitantes se hallan inmersos en una espiral de prisas, de atascos y de angustiosa ansiedad.
Esta zozobra parece haberse convertido en alelo dominante dentro de la genética del hombre del siglo XXI. Da la sensación de que para él todo es efímero, de que nada va más allá de la mera búsqueda de pequeños placeres fugaces, que abandona sin darles siquiera tiempo a manifestarse en toda su magnitud y esplendor.

Es por ello que todo lo que triunfa en esta sociedad es instantáneo y volátil, exactamente igual que la satisfacción que produce. Múltiples son los ejemplos de que disponemos. Sin ir más lejos, el caso de la comida rápida es paradigmático: prontitud en la elaboración, baja calidad y por si fuera poco, nada saludable. Sin embargo, en un principio su sabor es resultón para el paladar, así que con ello nos conformamos. ¿Para qué vamos a preocuparnos en experimentar otras sensaciones a las que nuestras papilas gustativas no responden positivamente de primeras? Lo mismo ocurre con la música, excesivamente formulaica y repetitiva en estos días, cimentada sobre estribillos pegadizos que a la tercera escucha puedes tirar a la papelera. El cine, la telebasura, la literatura... y podríamos continuar así indefinidamente.