6.2.13

La Fábula del Carruaje


Érase una vez un jovencito llamado Cualquiera que vivía en el reino de Todaspartes. Este apuesto muchacho tenía una gran ilusión desde niño: quería explorar todos y cada uno de los lugares del inmenso reino.

Un buen día, y en vista de aquellas inquietudes que mostraba su hijo, sus padres decidieron invertir todos sus ahorros y regalarle un precioso carruaje con motivo de su enésimo cumpleaños. No se trataba ni mucho menos de un carruaje corriente, sino del más mágico y maravilloso que podía encontrase en Todaspartes. Estaba compuesto por un precioso coche de madera de olmo, dos robustos y veloces corceles y unas riendas de cuero. Era tan especial que a su alrededor circulaba la leyenda de que quien aprendiera a conducir con aquel vehículo disfrutaría de una vida dichosa.

Impaciente y repleto de euforia, Cualquiera no quiso perder un segundo más y emprendió un largo viaje hacia el pueblo de Maestros, donde la leyenda decía que sería otorgado el citado galardónPreparó rápidamente el equipaje y subió por primera vez a su flamante carruaje. ¡Qué bonito parecía todo desde allí arriba!. Sin embargo, poco duróle aquella alegría, ya que súbitamente los dos caballos comenzaron a galopar a gran velocidad aunque sin sentido alguno, completamente enloquecidos, desbocados. Preso del estupor, Cualquiera en un primer instante permaneció sentado, inmóvil. No obstante, a los pocos segundos levantóse y empezó a gritar con gran vehemencia. Gritó y gritó hasta quedar afónico, mas con nulo resultado. Quince días con sus quince noches anduvieron perdidos, vagando sin rumbo y con absoluto descontrol. En todo momento tomaron los caballos las decisiones de dirección bajo el principio del libre albedrío. Si el joven quería girar a la derecha aquéllos hacíanlo a la izquierda, si pretendía ir deprisa lo tomaban con completa calma, y si deseaba detenerse aceleraban el paso.

Sumido en la desesperación, Cualquiera concluyó que debía indagar acerca del funcionamiento de los elementos que de acuerdo con su padre denominábanse riendas y que alguna función seguro tendrían que desempeñar en todo aquello. Así pues se puso manos a la obra, y a base de probar decenas de veces, percatóse de que los gestos que realizaba con aquellas correas influían significativamente en el comportamiento de los corceles. De esta forma, aunque continuaba viajando de manera errante, sentíase cada vez con mayor control sobre el carruaje, lo que sin duda iba transformando su particular Odisea en una aventura más placentera. 



Cruzando los pueblos de Noveles, Aprendices y Aspirantes, el joven desarrolló una técnica bastante depurada de conducción, hasta que finalmente decidió que estaba preparado para dirigirse a su verdadero destino, el famoso pueblo de Maestros. Una vez allí, durante su entrada a la villa las amables gentes que en él habitaban saludábanlo con enormes sonrisas y cánticos de enhorabuena, que colmaron de alegría el gran corazón del muchacho. Decíanle los más veteranos que debía encaminarse a la Plaza de la Sabiduría, pues allí obtendría la recompensa a todos sus esfuerzos. 

Entusiasmado por aquella idea, Cualquiera imaginaba durante el ya breve trayecto de qué podría tratarse ese botín que los transeúntes le indicaban. Tal vez fuera una montaña de oro, en cuyo caso compraría una gran mansión para sus adorables padres. O quizás lo nombraran rey, y entonces procuraría conseguir lo mejor para los ciudadanos deTodaspartes. 

Sin embargo, gigantesca fue su sorpresa cuando una vez hallábase en susodicha plaza, vio que no era más que un espacio absolutamente vacío. Quedóle el alma helada, especialmente tras las cautivadoras promesas recibidas. De repente, cuando estaba ya dispuesto a marcharse apenado, atisbó una placa que yacía en el suelo, en mitad de aquel emplazamiento. Acercóse hasta allí y leyó:

Enhorabuena! Si has llegado hasta aquí es señal de que ya has aprendido todo lo necesario para disfrutar de una vida dichosa. Ahora sólo has de ponerlo en práctica. Para ello debes seguir esta enseñanza de Platón:

"El cuerpo humano es un carruaje; el yo, es el hombre que conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos son los caballos"





1 comentario:

  1. Qué decir de algo que dijo alguien hace más de 2000 años y soporta tan bien los ires y venires de los tiempos... Amén. Y muy bien traido a través de la fábula.. LIKE

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