22.2.14

Una Oportunidad

Daniel abrió la puerta del pub donde cada viernes compartía junto a sus amigos el mejor rato de la semana. Acompañados por unas cervezas solían transcurrir las horas a toda prisa. Unas veces riendo, otras arreglando el mundo, pero siempre bajo el compás de aquellas canciones de blues con las que el bueno de Hugo confería a su taberna una atmósfera profunda y melancólica. Cada tarde en ese lugar resultaba única e inigualable.

Aquel día Daniel entró acompañado por su primo Mario, un tipo moreno de ojos grandes, de mediana estatura. Tras años de experiencia en una empresa familiar, Mario se había convertido en un experto fontanero, de lo que se había aprovechado Dani para solucionar unos problemillas que tenía con la caldera. Ésta era la tercera vez que asistía con él a aquellas reuniones de amigotes. Ambos tomaron asiento y cuando aún esperaban la llegada de las rubias, María inició la conversación:

-¿Qué tal la caldera Dani? ¿ya funciona?

-¡Sí! al fin volveré a ducharme con agua caliente. Menos mal que ha venido mi primo, a él no hay caldera que se le resista.

-Menudo manitas estás hecho Mario! ya podrías haberle pegado algo a tu primo- dijo María en una clara señal de acercamiento hacia el nuevo invitado.

- Sí - respondió éste de manera seca y concisa, sin recoger el guante que le había tendido la amable chica.

4.2.14

Leer y escribir

Leer. Agarrarse a la primera palabra del texto, darle la mano y continuar junto a ella las peligrosas líneas que se escriben a continuación. Atravesar con ella comas, puntos seguidos y apartes. Saltar de párrafo en párrafo sin miedo, confiado de ir agarrado a una palabra que de artículos sabe mucho y se sabe el camino. No tiene pérdida, continua con ella.

Cambiar de párrafo puede ser peligroso, pero ya estás en el segundo, ¡enhorabuena! Sigues pendiente, no has perdido la atención, te ha atrapado este mar de palabras y has decidido dejarte llevar por el oleaje. Las olas son conjuntos de palabras, o más bien ideas, que rompen formando una espuma al terminar la oración, y mientras el conocimiento te empapa y lo vas absorbiendo, las palabras, muy listas ellas, retroceden, se recolocan y vuelven a insistir rompiendo otra vez. Flotar en este mar abrazándote a las olas. Eso es leer. 

Escribir. Se trata de componer con armonía y precisión, dándole ritmo al asunto y escogiendo dentro de un mar de letras mareadas y entrelazadas la palabra correcta, la siguiente, la necesaria para no perder la atención del lector. Muchas veces hay que bucear, echar la red a unas cuantas y comprobar. No me vale. No vale. No vale. Y volver. Porque cualquier fallo puede romper este ritmo, modificar el vaivén y perder este movimiento de cuna que te hace continuar leyendo este texto a pesar de que no te esté contando nada. Sonríes, no te has dado cuenta aunque te lo había avisado más arriba, estás abrazado a estas olas siguiendo el ritmo de las comas que voy poniendo en tu camino, frenando la lectura cuando escribo frases cortas, como ésta, y ésta otra, y acelerando cuando quiero introducirte la reflexión de que no es necesario recurrir a tsunamis llenos de palabras provocadoras en mayúsculas para mantener al lector atento y entretenido.

La próxima vez os contaré algo, lo juro, pero quería demostrar que muchas veces no es el contenido lo importante, es cómo lo cuentes. Es crear un hilo suave por dónde el lector se deslice confiado desde el principio hasta el final. Eso es escribir.

PD: Vengo de nadar