2.4.14

Algo bueno tenía que tener

Ha pasado ya un año desde que en mi anterior reconocimiento médico me recomendaron ponerme gafas, “¿pero tú ves algo?” me preguntó con cara de preocupación la enfermera, “pues… de lejos veo poco”, le contesté, “¡cariño, tú no ves una mierda!” comentó muy fina ella. Salí de la consulta y fui a ver al médico con los resultados, quien, insistentemente, me dijo que debía ir al oftalmólogo. Me entra la risa porque no sé si os pasará también a vosotros o me ha sentado mal algo que acabo de comer pero me imagino a un oftalmólogo como un ojo gigante con patas que te examina. Pero me pasa también con otros médicos, con el psicólogo me imagino un cerebro enorme y con el ginecólogo lo mismo, me imagino un cerebro enorme. O no… espera me estoy liando.

El caso es que no fui al oftalmólogo y este año llegué al reconocimiento intentando disimular mi miopía y, así, no llevarme una bronca. Entré a la consulta y la enfermera me dijo que me descalzase, como si estuviera en una mezquita, me midió, me pesó y llegó el momento de la verdad. “Mira con el ojo izquierdo por ahí y dime la última fila de letras”. “¿Letras?”, pensé yo… “Cojonudo, una pista, vale… son letras… pero claro hay 27 en el abecedario… estoy jodido”. Traté de razonar y empecé a descartar, “a ver… esto seguro que no está fabricado en España, por lo que la ‘Ñ’ no debería estar... Luego, la ‘X’ ‘Y’ y la ‘Z’, son las últimas, las que no se mira nadie para el examen, sería ir a pillar y no creo que las pongan. Vale, todavía me quedan 23… pufff sigo jodido”. Tenía un plan b, la táctica de vocalizar mal y que la confusión se pusiera de mi parte, en plan “la ennmree…., la essttfe, la aaeepp….”. Pero quedar como un ciego y encima gangoso me parecía demasiado y pensé “venga joder voy a hacerlo bien, que aquí he venido a jugar”.

“M.., F.., R.., H.., E.., N.. y O..”, dije por decir algo. “Madre mía, a ver ahora con el otro ojo, dime la misma fila”, me comentó la enfermera mirándome raro. En ese momento, la verdad es que me puse un poco nervioso y aunque eran las mismas letras que antes, decidí arriesgar, “R.., E.., A.., P.., F.., Ñ.. y 9..”. “¿Pero tú ves algo?” me preguntó la enfermera, “no veo un pimiento” le contesté para acortar la conversación, “¡no, cariño, tu no ves una mierda!”, insistió un año más. “Ahora te dirá el médico”. Efectivamente, entre a ver al médico y empezó su monologo “¿Qué te dije el año pasado?... que fueras al oftalmólogo, ¿y has ido? No padre… ¿y este año qué te digo? que vayas al oftalmólogo… ¿y el año que viene qué me dirás?...”. El médico se comportaba un poco raro, preguntaba y se contestaba él sólo, así que tampoco quise intervenir, “bueno, esta prueba la paso fijo”, pensé. Finalmente, aburrido, salí de la consulta cuando el médico comenzó a hiperventilar con una vena hinchada en el cuello como una barra de pan, esta vez prometiéndole hacerle caso.

Mientras andaba, pensé en todas esas cosas que perdería poniéndome gafas. Ya no me podría reír de la gente cuando estaba lejos por tener la cara como una bandeja de carne picada, no me podría reír de los chinos por tener caras sin ojos, ya no podría poner esa cara de mirar de lejos a lo Clint Eastwood que tanto me gustaba, conducir también pierde su encanto y emoción cuando ves las señales desde lejos… Al fin y al cabo me gusta como veo las cosas, son mis ojos y veo la vida como ellos me la quieren mostrar. Las gafas a saber, fíate tú de las gafas.

Derrotado por ver que la situación se volvía irreversible y acabaría siendo un gafotas, de repente un recuerdo me atravesó la mente. Desde hacía tiempo sentía un vacío en mí, echaba de menos una fobia que me había acompañado toda la vida, un miedo a las alturas que me hizo caer desde una litera de boca hace unos años y no me permitía hacer actividades tan cotidianas como hacerme fotos haciendo el mongol sobre estatuas o mear desde un balcón a la calle. Mi vértigo, claro…, lógico, coño, si ya no veo de lejos como voy a tener vértigo. Días después, subido a un teleférico pude confirmar mi teoría, ¡milagro!, ¡había dejado de tener vértigo a cambio de unas cuantas dioptrías!

Oftalmólogos del mundo, si me estáis leyendo, que sepáis que jamás dejaré que me volváis a suministrar vértigo en forma de cristal.


PD: Fíate tú de las gafas.