Ha pasado ya un año desde que en mi anterior
reconocimiento médico me recomendaron ponerme gafas, “¿pero tú ves algo?” me
preguntó con cara de preocupación la enfermera, “pues… de lejos veo poco”, le
contesté, “¡cariño, tú no ves una mierda!” comentó muy fina ella. Salí de la
consulta y fui a ver al médico con los resultados, quien, insistentemente, me
dijo que debía ir al oftalmólogo. Me entra la risa porque no sé si os pasará
también a vosotros o me ha sentado mal algo que acabo de comer pero me imagino
a un oftalmólogo como un ojo gigante con patas que te examina. Pero me pasa
también con otros médicos, con el psicólogo me imagino un cerebro enorme y con
el ginecólogo lo mismo, me imagino un cerebro enorme. O no… espera me estoy
liando.
El caso es que no fui al oftalmólogo y este
año llegué al reconocimiento intentando disimular mi miopía y, así, no llevarme
una bronca. Entré a la consulta y la enfermera me dijo que me descalzase, como
si estuviera en una mezquita, me midió, me pesó y llegó el momento de la
verdad. “Mira con el ojo izquierdo por ahí y dime la última fila de letras”.
“¿Letras?”, pensé yo… “Cojonudo, una pista, vale… son letras… pero claro hay 27
en el abecedario… estoy jodido”. Traté de razonar y empecé a descartar, “a ver…
esto seguro que no está fabricado en España, por lo que la ‘Ñ’ no debería
estar... Luego, la ‘X’ ‘Y’ y la ‘Z’, son las últimas, las que no se mira nadie
para el examen, sería ir a pillar y no creo que las pongan. Vale, todavía me
quedan 23… pufff sigo jodido”. Tenía un plan b, la táctica de vocalizar mal y
que la confusión se pusiera de mi parte, en plan “la ennmree…., la essttfe, la
aaeepp….”. Pero quedar como un ciego y encima gangoso me parecía demasiado y
pensé “venga joder voy a hacerlo bien, que aquí he venido a jugar”.
“M.., F.., R.., H.., E.., N.. y O..”, dije por
decir algo. “Madre mía, a ver ahora con el otro ojo, dime la misma fila”, me
comentó la enfermera mirándome raro. En ese momento, la verdad es que me puse
un poco nervioso y aunque eran las mismas letras que antes, decidí arriesgar,
“R.., E.., A.., P.., F.., Ñ.. y 9..”. “¿Pero tú ves algo?” me preguntó la
enfermera, “no veo un pimiento” le contesté para acortar la conversación, “¡no,
cariño, tu no ves una mierda!”, insistió un año más. “Ahora te dirá el médico”.
Efectivamente, entre a ver al médico y empezó su monologo “¿Qué te dije el año
pasado?... que fueras al oftalmólogo, ¿y has ido? No padre… ¿y este año qué te
digo? que vayas al oftalmólogo… ¿y el año que viene qué me dirás?...”. El
médico se comportaba un poco raro, preguntaba y se contestaba él sólo, así que
tampoco quise intervenir, “bueno, esta prueba la paso fijo”, pensé. Finalmente,
aburrido, salí de la consulta cuando el médico comenzó a hiperventilar con una
vena hinchada en el cuello como una barra de pan, esta vez prometiéndole
hacerle caso.
Mientras andaba, pensé en todas esas cosas que
perdería poniéndome gafas. Ya no me podría reír de la gente cuando estaba lejos
por tener la cara como una bandeja de carne picada, no me podría reír de los
chinos por tener caras sin ojos, ya no podría poner esa cara de mirar de lejos
a lo Clint Eastwood que tanto me gustaba, conducir también pierde su encanto y
emoción cuando ves las señales desde lejos… Al fin y al cabo me gusta como veo
las cosas, son mis ojos y veo la vida como ellos me la quieren mostrar. Las
gafas a saber, fíate tú de las gafas.
Derrotado por ver que la situación se volvía
irreversible y acabaría siendo un gafotas, de repente un recuerdo me atravesó
la mente. Desde hacía tiempo sentía un vacío en mí, echaba de menos una fobia
que me había acompañado toda la vida, un miedo a las alturas que me hizo caer
desde una litera de boca hace unos años y no me permitía hacer actividades tan
cotidianas como hacerme fotos haciendo el mongol sobre estatuas o mear desde un
balcón a la calle. Mi vértigo, claro…, lógico, coño, si ya no veo de lejos como
voy a tener vértigo. Días después, subido a un teleférico pude confirmar mi
teoría, ¡milagro!, ¡había dejado de tener vértigo a cambio de unas cuantas
dioptrías!
Oftalmólogos del mundo, si me estáis leyendo,
que sepáis que jamás dejaré que me volváis a suministrar vértigo en forma de
cristal.
PD: Fíate tú de las gafas.
Muy divertido Héctor, me he reído mucho con tu post XD
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