Cuando miro una pintura abstracta, de esas que constan sólo de unos trazos locos, suelo avanzar rápido hacia la siguiente. En su momento decidí que era de esas personas a las que no les gustan esos cuadros. No es que les haya dado muchas oportunidades, de hecho no creo que nunca haya dedicado más de 10 segundos a analizar alguna. Para resarcirme de estas malas artes, hoy me gustaría recomendar una novela en cierto modo abstracta, un referente en la literatura universal del siglo XX, a la que sí he dado una oportunidad, y que a mi juicio, bien la vale.
"En el camino" (Jack Kerouac, 1957) no tiene sentido si no es On the road, su título original, pura América, todo Dean's, Tom's, Ed's, Jane's y Ray's, mucha tarta de manzana y cafeterías y whisky y muchas millas en lugar de kilómetros, y todos esos nombres propios de ciudades y de estados tan excitantes, esos Chicago, Cheyenne, Des Moines, Iowa, Nebraska, Arkansas... La novela es el frenético diario de la sucesión de desnortados viajes y consecuentes vivencias en que se embarca un joven escritor, Jack Kerouac (narrador bajo el pseudónimo de Sal Paradise en la historia), con la compañía agitadora del hiperactivo y chalado Neal Cassady (Dean Moriarty en la novela) y la intermitente aparición de una amplísima caterva de amigos, conocidos, amantes, desheredados, drogadictos y vagabundos, casi siempre todo lo anterior a la vez, a lo largo y ancho de Estados Unidos, entre 1947 y 1949.
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Neal Cassady y el autor de la novela Jack Kerouac son Dean Moriarty y Sal Paradise en la historia |
Enganchado por la velocidad de la narrativa, siempre sentado dentro de esos coches antiguos de seis plazas, el lector escoge a qué profundidad va a bucear en la historia. Si decide analizar rigurosamente el estilo, podrá acusarlo de simple, inacabado, o directamente se mareará a los pocos minutos entre los "¡Sí!, ¡allá vamos!, ¡sí!, ¡claro!" que embadurnan los locos viajes. Si, como yo, es un chiflado de la geografía, se deleitará poniendo caras, olor, sabor y contenido a cada uno de los miles, millones de pueblos y ciudades que se cruzan en el camino de Sal y Dean, y se emocionará tanto que se comprará una lata de cerveza para vivir con ellos una de las aventuras, y leerá el siguiente capítulo amodorrado, y creerá que lo ha comprendido. Y si el lector realmente quiere leer el libro, puede liberarse de sus problemas, intentar entender los problemas que pueblan las brillantes cabezas de los protagonistas, recorrer el camino, interpretar, aprender, no entender nada, no saber nada... Y darse cuenta, como pocas veces, de qué hermoso es ser joven y alocado, y cómo de a mano está ser joven, y cómo se nos pasa el momento de las locuras.
Y, sobre todo, animo a los que se animen a leer "En el camino" a recordar lo que ya sabíamos de niños: ¡qué bonito es leer!
P.D.: aún no he visto la película estrenada en USA el año pasado pero no en España, On the Road (ver trailer aquí) por miedo a que rompa el encanto del libro. Si alguien se anima a verla, que me diga qué tal...