19.11.12

En los talones de Kelvin F.

"Menos mal que no hace un día de estos bochornosos, ¡que sólo faltaba!". Tras una jornada más en la oficina, uno de esos días que no pasará a la historia por su singularidad, estoy dejando que mis piernas efectúen esa tarea que aprendieron hace mucho tiempo: caminar. Mi nombre es Kelvin F., y como buen Homo Sapiens adulto que me considero, normalmente no soy consciente de este logro de la evolución. Es decir, no me fijo en que estoy realizando un conjunto de movimientos armónicos que me permiten avanzar en un plano pseudo-horizontal. Pero hoy sí. A cada paso cuesta arriba por las irremediablemente empinadas calles de esta ciudad se me frunce un poco más el entrecejo. Van unas cuantas, y mi frente es ya el reflejo de la orografía local: cansada y arrugada.

La verdad es que soy una persona con tendencia a la agonía innecesaria. El episodio en que me hallo sirve como muestra: voy andando del trabajo a casa porque hoy los autobuses no pasan por su parada a la hora estipulada. Y eso no me gusta. Tampoco he visto pasar a ningún taxi libre en los 20 minutos que dura mi marcha. Y eso si que no me gusta. Yo soy muy de taxi. A veces, sin tener ninguna prisa para llegar a algún sitio, y estando en la parada de bus esperando a uno que me llevaría a mi destino,voy y cojo un taxi. Para ahorrarme 10 minutos a lo sumo. No sé, me gusta sentir que puedo permitírmelo. Además, me autosugestiono pensando que, total, el taxi en mi ciudad es muy barato en comparación a otros medios de transporte, y que el tiempo también tiene su valor monetario, etc. Son ese tipo de cosas que me enseñaron en la facultad de Superingeniería de Recursos, de donde salí licenciado cum laude. Pero me estoy yendo por las ramas y se me olvida que estoy cabreado.

En mi obligado paseo, cuya duración he estimado en 45 minutos tras analizar unas cuantas veces qué ruta es la mejor en base a la optimización de los parámetros "distancia a recorrer-tiempo a invertir-desnivel acumulado-probabilidad de encontrar un taxi libre", no camina nadie en mi sentido. De hecho, todas las personas que me encuentro van en sentido contrario. Todas van bajando, y parece que van aumentando en número a medida que pasan los minutos y voy accediendo a vías de mayor tamaño. Si fuera ese tipo de persona que analiza lo que le sucede desde muchos puntos de vista, seguro que se me ocurriría una metáfora perturbadora. Tú subes, el resto baja. A ti te está tocando bastante los huevos este contratiempo, pero la gente lleva tan bien la tarde que incluso algunos cargan con banderas y alguna pancarta, a modo de celebración. Allá van 5 o 6 que hasta ya se animan y entonan unos cánticos. No soy tampoco una persona propensa a la violencia, pero si lo fuera diría que se afanan en buscarme las cosquillas, que me están vacilando... "¡Venga ya, Kelvin! ¡ Cómo se te va la olla!".

Llego a casa, por fin: el descanso del guerrero. Entro tan excitado por comenzar mi rutina estipulada (quitarme corbata, traje y calcetines, revisar las redes sociales en el ordenador, sacar a pasear al perro y tirar la basura) que ni saludo a mi compañero de piso. Está viendo la tele, creo, y me parece oír de fondo algo sobre "...servicios mínimos..." o "...masivas concentraciones en las principales...", pero no lo llego a escuchar del todo, porque ya estoy entrando en mi habitación. Con un calceltín a medio sacar, tacho el día de hoy en el calendario: 14 de noviembre. Qué cinematográfico me parece ese gesto.

Joder, estoy exhausto... Bueno, hay que descansar, que mañana será otro día, exactamente igual que hoy.


2 comentarios:


  1. ¡Bien! Un comienzo interesante lleno de friki-referencias ingenieriles. Doy por hecho que un profano al leerlo se sentiría hasta mareado con algunos términos pero, para los que somos del gremio científico-técnico, es ameno, irónico y divertido. Me gusta.

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  2. suscribo tus palabras Berardo!! a ver por dónde continúan sus aventuras!

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