7.11.12

Temas de ayer, hoy y siempre

Muchas veces, las sequías más persistentes dan paso a las tormentas más copiosas. Basten como ejemplos los recientes episodios en EEUU, con el huracán Sandy, o en Canarias, salvando las obvias diferencias entre uno y otro. Por hacer uso de la alegre figura literaria del símil, mi amado Atleti ha vivido los últimos meses unas necesarias inundaciones de buenos resultados, tras unos lustros de bochornosas actuaciones, digamos... desde que tengo uso de razón futbolera. Por otro lado, la sequía de mi producción bloguística en las últimas semanas me ha obligado a darme dos sonoras bofetadas, a ver si espabilo y llega la crecida. Como la cruda realidad me tiene seco de ideas, se me pasó por la cabeza tirar de dos topicazos españoles, muy útiles a la hora de rellenar silencios prolongados y/o embarazosos como el que nos ocupa: 1) el tiempo (tema que doy por tratado con el ¿forzado? binomio sequía-tormenta) y, por supuesto, 2) la política.

Tras las recientes elecciones, gallego-vascas primero y americanas después, me he permitido indagar (vía titulares de elpaís.com y poco más, tampoco nos pasemos de meticulosos) en las raíces mismas del sistema. Es decir, al salir en la tele el/la político/a chanchullero/a y basto/a de turno ¿cuántas veces no se ha preguntado últimamente el astuto lector, con expresión de asco, "pero cómo habrá llegado ese/a tío/a ahí..."? La respuesta de manual sería "el pueblo le votó". La real, al menos en España, es más bien: "de acuerdo al sistema electoral vigente, establecido por los políticos producto del propio sistema, un treinta y poco por ciento de la población con derecho a voto lo hizo por unas siglas que acogen a una macedonia de personas, cuya valía o competencia desconocen la práctica totalidad de los electores". Por no hablar de unos cuantos matices más, que no es que desconozca (qué va, qué va...), sino que opto por racionalizar para futuras entradas en este blog, por si la sequía se recrudece.

Tampoco es que en Estados Unidos hayan descubierto la pólvora. Sí, es cierto que allí cada condado, de entre entre 500.000 y 1 millón de personas por término medio, elige previamente por votación directa al tipo que se presentará a las generales en su nombre. Muy democrático y campechano. Ahora bien, en las elecciones generales del martes, en cada estado, que aglutina de 3 a 55 condados, según tamaños, da igual obtener el 51% o el 99% de los votos, ya que el resultado será el mismo: el partido con mayoría se lleva todo el pastel de representantes del estado, y el perdedor, ninguno. Un sistema apoyado sólo por los amantes del deporte del "lanzamiento a pelo de diputados de Izquierda Unida y UPyD desde el precipicio del Cañón del Colorado" (el nombre está aún por patentar).

Anyway, intuyo que no soy el primero ni el trigésimo millón al que se le pasa por la cabeza la necesidad de establecer un sistema que haga honor a su nombre. Si se llama democracia, que se parezca algo más a lo que aprendes en el colegio que esa palabra significa. De modo que 1) quiero elegir a quién estoy votando, y 2) ¡cada tío que vota tiene que tener el mismo valor!. No es muy complicado... ¿o sí?

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