Sé que era Madrid porque la gente caminaba deprisa y seria en una mañana de sábado, con sus abrigos en tonos marrones y sus complementos grises y negros. Sé que era febrero tras desembozarme, inhalar muy fuerte por la nariz y sentir cómo mis fosas nasales se anestesiaban momentáneamente por el frío. Y sé que me gustaba la sensación de sequedad que hacía al clima de mi agrado a pesar de su rigurosidad. Podría haber sido otra ciudad, otro Parque del Oeste y otro momento. Incluso mayor compañía que mis propios pensamientos. Pero no; habría sido de algún modo injusto despertar de aquel momento nirvana que experimenté en diferentes circunstancias.
Hoy, no sé si mucho o poco tiempo después, dudo de las supuestas cualidades conservantes del frío, porque en aquel caso se quedaron a medias. Y es que sólo lo recuerdo todo del marco espacio-temporal de aquel momento, el antes y el después, el continente... pero absolutamente nada del contenido. Y en realidad así me basta. Somos nosotros mismos y nuestras circunstancias, si es que ambas cosas no son lo mismo. Supongo que, por eso, sólo sé que me emocionó el olor de mi Madrid, e intuyo que por eso fui feliz.
Creo que cada momento de nuestra vida y la sensación que nos produce son únicas e irrepetibles; y conseguir poner esas vivencias en palabras y que los demás las compartan es algo que siempre te agradeceremos. Adelante siempre!
ResponderEliminarolores, sabores, texturas, sonidos,.. basta que en un momento se nos "altere" alguno de nuestros sentidos y nos veamos obligados a sonreír recordando buenos momentos... así nos llenamos de energía positiva para seguir día a día. Nunca te olvides del lugar de tus raíces, "pongamos que hablo de Madrid" (como dice el gran J.Sabina)
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