"El silencio no tiene límites, los límites los pone la palabra" Marcel Marceau, conocido mimo francés de fama mundial.
Con esto no pretendo ni mucho menos menospreciar la palabra, a la que se lo debemos todo. Gracias a ella somos capaces de comunicarnos y especialmente de pensar. Mas sólo querría poner de manifiesto que la palabra es muy explícita y todo lo expresa, todo lo dice, lo limita. En parte, dota a las personas con las que interactuamos y a sus comentarios de cierta monotonía y los vuelve predecibles.
Por el contrario, en el silencio nosotros aportamos nuestra propia pincelada, nos convertimos en arquitectos de la realidad que nos acontece. De esta forma, permite que la imaginación cree parte de nuestro mundo, que oiga lo que quiera oír, que vea lo que quiera ver, que sienta lo que quiera sentir. No existen límites más que los que tu propia mente decida establecer. Las posibilidades se vuelven infinitas.
Por tanto, con más silencio y menos palabra nuestro entorno y los que nos rodean se asemejarían más a lo que anhelamos que sean y menos a lo que realmente son, transformándose todo en un juego en el que nosotros mismos seríamos los responsables de fijar las reglas.
Socialícense, conozcan, dialoguen todo lo que puedan. Pero de vez en cuando embriáguense de silencio junto a sus amigos, su pareja, su familia o alguien a quien acaben de conocer. Ayúdense del lenguaje no verbal y con tan solo una mirada, una sonrisa o una caricia, exprésense mutuamente apoyo, amistad, deseo... hagan el amor o lo que a ustedes les sugiera, sólo traten de disfrutar del maravilloso viaje.
Me despido transmitiéndoles que me encantaría que me dieran su opinión sobre lo que se expone en este artículo, aunque si finalmente deciden guardar silencio, dará comienzo el juego en el que seré yo el encargado de generar sus opiniones, de poner palabras a sus enmudecidos comentarios.